Presentación

La relación entre el mundo como “realidad social” y sus intentos de formalizarlo es problemática. Más cuando estos intentos forman parte de un área de estudio (las ciencias de la comunicación social) que tiene por objetivo estudiar o analizar este conjunto de relaciones sociales que suponen ser la “realidad”.
Así es que mediante el estudio y la lectura, muchas veces se traba relación con ciertos conceptos "teóricos" que se hace difícil vincular con "la realidad" que, se supone, les da vida.
Se llega entonces a falsas ideas: o estos conceptos en nada se corresponden con la llamada "realidad", o por el contrario, “la realidad” nada tiene que ver con sus intentos "formalizadores", que no es otra cosa que lo que los conceptos como herramientas teóricas intentan ser.
De este modo, se pierde la posibilidad de lograr un conocimiento menos incierto (descontando de por sí la totalidad) sobre el conjunto de relaciones sociales que la realidad supone ser.
La idea de este espacio es, precisamente, vincular algunos conceptos específicos tomados de las Ciencias de la Comunicación con casos prácticos de la vida cotidiana y los medios de comunicación, con la finalidad de que estos se transformen en herramientas reales de análisis práctico que permitan un mayor conocimiento sobre el mundo.

martes, 29 de septiembre de 2009

Harold Garfinkel. O (por qué) la evidencia no se cuestiona


Hace aproximadamente diez años, Jorge Lanata hacía un programa de televisión los domingos a la noche que se llamaba Día D., donde se estilaba hacer pequeños informes entrevistando a algunas personas que pululaban por la calle en relación a determinados temas. Recuerdo uno especialmente en el que salieron a preguntar acerca del servicio brindado por las AFJPs (afortunadamente hoy eliminadas).

Una de las entrevistas llevadas a cabo llamó especialmente mi atención como, asumo, la de todos los televidentes del programa. Esta fue hecha a un joven de aproximadamente entre unos veinticinco y treinta años. Vestido con un traje negro, aparentaba ser empleado de tercera línea de una multinacional (de aquellos que esperan su turno para convertirse en un joven “exitoso” al servicio de las mismas). La notera (si mal no recuerdo en ese momento era María Belén Aramburu) lo encara y le pregunta sobre el sistema de las afjps. Las respuestas fueron tales:

-“no era lo que se esperaban”, “algunos manejos son algo turbios”, “no se sabe bien qué es lo que hacen con las aportes, qué es lo que pasa con las comisiones”, “los datos no son claros”, etc.

Sin embargo, lo más curioso fue que cuando la notera le preguntó:

-“¿volverías al sistema de reparto?”

La respuesta del joven fue negativa. “¿Por qué?”- preguntó ella nuevamente. Y la respuesta del joven fue:

-“porque las afjps son más transparentes”.



Etnometodología.
1.
Cuando se habla sobre la Etnometodología es muy común que se haga referencia a la misma como “el estudio de la vida cotidiana”, “el estudio de las interacciones de los individuos en sociedad”, “una sociología de la vida cotidiana”, etc. Sin embargo, si profundizamos en estas definiciones podríamos preguntarnos, de ser así, en que diferiría la propuesta de Garfinkel de otras anteriores a la misma. No sería ni el primero en hacer un enfoque sobre las conductas cotidianas de los sujetos en sociedad, ni el poner el foco sobre sus interacciones.

2.
Garfinkel se encuentra fuertemente influenciado por funcionalismo de Talcott Parsons, quien fue maestro suyo, como por la fenomenología de Alfred Schutz y el interaccionismo simbólico de George Herbert Mead y Herbert Blumer. El interaccionismo supone la sociedad, primeramente como el conjunto de las situaciones de interacción de los individuos que la componen. Esto implica que, a diferencia de las teorías estructuralistas o funcionalistas, no existe nada determinante más allá de las expectativas que los sujetos asimilan y presuponen sobre los comportamientos esperados en situaciones determinadas por medio de la experiencia. Es decir, para una teoría estructural o funcional, existe un comportamiento necesario y predecible, puesto que existe un sistema o sustrato apriorístico que implica necesariamente cierto tipo de conductas que lo reproduzcan. En este caso, la autonomía que tienen las ideas como la cultura acorde a estas ideas y sus “símbolos” es relativa, puesto que dependen de un tipo de formación inconciente o una base material (para retomar dos teorías clásicas al respecto).

A diferencia de estas teorías, el interaccionismo simbólico supone que no existe un sustrato o sustento más allá de los símbolos que una sociedad (como suma de estas interacciones) construye y por medio de los cuales se reproduce históricamente. Y efectivamente, estos símbolos, que no son más que los sentidos que adquieren los signos de esa sociedad, son fundamentales para la interacción, puesto que esta se encuentra regulada por los mismos (que los individuos pertenecientes a la misma asimilan y conocen durante su experiencia).

Es así que en 1938 Herbert Blumer establece las tres premisas Fundamentales que supone el interaccionismo simbólico:
a. Las personas actúan sobre los objetos de su mundo e interactúan con otras personas a partir de los significados que los objetos y las personas tienen para ellas. Es decir, a partir de los símbolos. El símbolo permite, además, trascender el ámbito del estímulo sensorial y de lo inmediato, ampliar la percepción del entorno, incrementar la capacidad de resolución de problemas y facilitar la imaginación y la fantasía.
b. Los significados son producto de la interacción social, principalmente la comunicación, que se convierte en esencial, tanto en la constitución del individuo como en (y debido a) la producción social de sentido. El signo es el objeto material que desencadena el significado, y el significado, el indicador social que interviene en la construcción de la conducta.
c. Las personas seleccionan, organizan, reproducen y transforman los significados en los procesos interpretativos en función de sus expectativas y propósitos.

En este sentido, lo que compone la cultura, es la garantía que sus participantes tienen (de manera conciente como inconciente) que el otro, es decir, los individuos que componen el mismo entorno, actuarán de una manera similar con relación a ciertas situaciones (es por eso que Herbert Mead funda también lo que el mismo denomina conductismo social, a diferencia del conductismo clásico que supone al individuo como una máquina aislada). De este modo llegamos a una concepción de cultura que se asemeja bastante a la esbozada posteriormente por Clifford Geertz, ya que supone un entramado de signos y significaciones que se produce y reproduce en la interacción de los individuos que la portan y la actualizan en cada interacción.

3.
A la vez, Garfinkel recibe una influencia importantísima de la Fenomenología[1] que elimina cualquier tipo de reglas estructurales que definan a priori los comportamientos de los individuos en una sociedad. Es decir, ésta presupone que la vida de una sociedad es un conjunto de hechos contingentes que el individuo ordena posteriormente al hecho mismo por la necesidad que tiene, como ser cultural (ser de lenguaje, como lo define Aristóteles) de organizar el mundo en que vive. Hay expectativas que están organizadas por la experiencia que los individuos construyen en la cultura en la que viven, y a la vez un ordenamiento hacia el pasado (retroactivo) que presupone a los hechos realizados como sucesos necesarios y organizados a priori. Es decir, existe la “fantasía” que presupone que los hechos se dan necesariamente[2] mientras que no son mas a un conjunto contingente encadenado a una serie de experiencias previas.

(….).

5.
Son estas influencias las que van a dar lugar a la sociología de Garfinkel. Y es así que los supuestos de este autor van a estar basados principalmente en las “razones”, es decir, estos modos que el individuo tiene de ordenar el mundo en que vive, por medio de glosas, resúmenes, cláusulas del etc., el ad-hoc, etc. Definir, entonces, el concepto de etnometodología de Harold Garfinkel como el estudio de la vida cotidiana no solamente que no agrega nada a cualquier estudio de la interacción o microsociología sino que es insuficiente para llegar a una definición correcta. Teniendo en cuenta las referencias anteriores que influencian de manera notable en Garfinkel llegamos a la conclusión que su objeto de interés son los modos por medio de los cuales los individuos pueden dar cuenta, y a la vez construir, “resumir”, “glosar”, etc., el orden (dar racionalidad) de sus interacciones cotidianas, ya que, según éste, los mismos no obedecen a una organización necesaria, previamente determinada.

La etnometodología supone el modo en que los individuos son capaces de dar cuenta, es decir, los métodos mediante los cuales los individuos otorgan un sentido a sus interacciones (un sentido que estas “no poseen” anteriormente a su producción).

6.
Lenguaje y reflexividad.
Siguiendo una tradición idealista que recibe un impulso muy fuerte con Hegel, pero que tiene una raíz muy antigua, es imposible dejar de lado el lenguaje para comprender la propuesta de Garfinkel. A través del lenguaje el individuo construye los significados (la racionalidad) que otorgan, tanto sentido a las prácticas que realiza junto con los otros, como al “mundo” que junto con el otro habita (ya que es un mundo de “significados”). Y en este sentido debemos tener en cuenta dos cosas. La primera: situado en el marco fenomenológico, es decir, al no existir nada estructural o material que pueda anticipar los significados que puede tener un acontecimiento, al no existir un “orden” determinante necesario (más allá de las expectativas intersubjetivamente construidas) ya que éste se produce de manera contingente, el lenguaje se transforma en la herramienta fundamental para (re)construir el orden de la interacción. Freud escribió; hacemos las cosas por un mero impulso irracional, y luego le otorgamos una racionalidad que el hecho en sí no tenía. Garfinkel da cuenta de algo semejante; las interacciones simplemente se producen y luego los individuos que participan de las mismas, le otorgan, construyen, un sentido y cierta necesariedad (una lógica que es siempre posterior al hecho).

El lenguaje es la herramienta fundamental para que esto ocurra, pero no se puede entender al lenguaje como un conjunto de reglas estáticas ancladas en el inconsciente de los individuos como de algún modo pretendía Lévi-Strauss, sino que, según Garfinkel, este debe entenderse como un conjunto de significantes abstractos, que solo cobran sentido de manera situada y crean un sentido de acuerdo al contexto de utilización. Esto es lo que Garfinkel va a denominar como indexicalidad; el carácter situacional de todo discurso.

7.
Orden social y definición de etnometodología.
En este sentido, tenemos una segunda cuestión que por supuesto se desprende de la primera: el orden social “no es encontrado, sino que siempre realizado”, o sea construido. Así, esta teoría pareciera echar por tierra los presupuestos estructural-funcionalistas: dado que no hay nada anterior que pueda establecer un orden o una regularidad, todo orden es una construcción simultánea (o “posterior”) a la interacción, producto de la “racionalidad” que los individuos otorgan a ese hecho al mismo tiempo o posteriormente producido. Y esto es lo que el autor denomina como reflexividad: el carácter del lenguaje de crear un contexto y un marco de entendimiento acerca del mismo hecho, que de todos modos, es producto del mismo lenguaje (ya que es éste el que otorga significado al mundo, el que crea los signos del mundo a través de los que se hace posible la interacción: como “mediación”).

Podríamos decir que Ervin Goffman es otro deudor del interaccionismo simbólico ya que fue la escuela de Chicago (que practicante fundaron George Herbert Mead y Herbert Blummer, entre otros) donde éste se formó. Al igual que Garfinkel ambos trabajan situaciones de interacción y muchos de sus postulados están fundados en la fenomenología y el pragmatismo. La propuesta identitaria de Goffman, la relación entre los ámbitos de interacción y la “realización” del self de los individuos son un producto de este tipo de enfoque. Suponer que el problema de la personalidad de un individuo tiene más que ver con la situación de interacción particular y las expectativas en la cual se realiza, que de una estructura que inevitablemente perdura en toda interacción, o sea, siempre anterior a la misma, supone una lectura fenomenológica de la realidad social. Pero es precisamente con respecto al problema de las “reglas” donde radica la principal diferencia entre ambos ya que para Goffman éstas parecieran determinar el orden y las situaciones de interacción, reglas a las que el individuo debe adaptarse para no quedar en “situaciones de embarazo” (y si el orden se reproduce es gracias a que los individuos prefieren no transgredir estas reglas por temor a ser sancionados), cuando para Garfinkel se produce de manera inversa: las reglas se construyen (o se “completan” ya que si existen es de manera vaga) en forma simultánea a la situación de interacción. En este sentido podemos observar que en goffman se encuentra mucho más fuerte la presencia del funcionalismo.

Y esto debe leerse del siguiente modo: para Garfinkel las reglas serían un producto del lenguaje (como principal fuente de articulación simbólica y de interpretación de los hechos de interacción), y por ende las formas mediante las cuales los individuos dan racionalidad al acto de interacción. Los procedimientos ad-hoc y las cláusulas del etcétera serían parte de este proceso, ya que el primero es la posibilidad que tienen los individuos de crear reglas donde no existen y el segundo es la posibilidad de otorgar a una regla, en principio vaga, una serie de premisas que la completan y le dan sentido hasta hacerla operacional. Donde dice no fumar, tal el ejemplo que da Mauro Wolf, se completa de modo tácito, “a no ser que seas parte del elenco actoral del teatro”. Similar (aunque muy diferente, y mas adelante volveremos sobre esto) a decir, “no torturar… a no ser que seas parte del ejército norteamericano”. De este modo es que la regla, (re)construye el acto de interacción, es decir, le da un orden donde antes no existía.

Si se presta atención al párrafo anterior, es posible reconstruir el concepto de etnometodología del siguiente modo: el análisis de los modos (las reglas, los métodos, producto del lenguaje) mediante los cuales los individuos otorgan racionalidad (sentido, el modo en que crean un orden) a sus interacciones.

8.
Sentido común.
Sentido común es lo que todos asumen como sabido (que sin embargo nadie sabe con precisión), ocurre exactamente lo opuesto a lo propuesto por Gramsci: su noción de sentido común da cuenta de un sentido construido, en el que priman significados opuestos, pero bastante definidos, ya que están determinados por un grupo hegemónico que ha logrado legitimar sus sentidos al respecto. Garfinkel asume como sentido común algo que “todos asumen, todos saben”, pero que ciertamente no son más que una serie de vaguedades y abstracciones que solamente cobran un sentido pleno al momento de situarlas o “presentificarse” (utilizando un concepto de Martin Heidegger). Es decir, Gramsci intenta deconstruir las prácticas que hacen al sentido común para mostrar su funcionamiento al servicio de un orden macrosocial (escapando a la plena “consciencia” de los sujetos, por eso la tensión entre sentido común y buen sentido), Garfinkel lo naturaliza. Podríamos agregar también, y más adelante veremos porqué, que este "sentido común" garfinkeleano, es parte de los resabios de la influencia funcionalista que dejó la teoría de Parsons en él.

Aun así, la propuesta de Garfinkel no carece de interés puesto que lo que intenta mostrar con esta noción, es una especie de tensión entre una abstracción indefinida y una organización racional de las interacciones construida y asumida retroactivamente. Se produce la interacción que hace presente un concepto, y ese concepto se carga de sentido en esa situación determinada, sin embargo los interactuantes asumen que ese mismo sentido es el que ese concepto tuvo siempre. En el caso del experimento propuesto por Garfinkel (1967) vemos que ocurre lo siguiente: los estudiantes asumen que las respuestas dadas por los consejeros a sus “problemas personales” deberían ser el resultado de la coherencia propia de la institución en la que participan (el departamento de psiquiatría de su universidad), cuando (según la propuesta del experimento) la respuesta estaba pautada al azar (las preguntas debían ser organizadas de un modo tal que la respuesta fuera o negativa o positiva y el orden de las respuestas estaba pautado del mismo modo para todos los participantes). Sin embargo, teniendo en cuenta este sentido común (lo asumido como sabido) que sería: esta institución debería dar las respuestas apropiadas a los problemas personales planteados; los participantes reconstruyen estas respuestas en relación a una coherencia que en principio es inexistente (el azar), y para hacerlas operativas con sus problemas reales, le otorgan una racionalidad que estas no tenían.

El caso citado funciona increíblemente y demuestra el caso (mucho más habitual de lo que pensamos) de la reconstrucción situacional de las practicas y los sentidos otorgados a las mismas. El problema es que (como observamos en el caso de la entrevista citada al principio de este trabajo) muchas veces, las situaciones que hacen a la reproducción del orden social son algo más complejas que una simple respuesta afirmativa o negativa, en relación a una pregunta.

9.
Asunciones incorregibles.
Para explicar este concepto Mauro Wolf utiliza el ejemplo de los Azande. Según sus interpretaciones, dicha comunidad está preparada para sortear las contradicciones de manera tal que el oráculo siempre tenga razón. Si los resultados no son los que el oráculo predecía ello es a causa de que fallaron los preparativos. Esto implica que existen premisas centrales que no pueden ser cuestionadas. Lo que intenta hacer, en este caso, es demostrar precisamente que existen orientaciones que direccionan las acciones (por ende los sentidos, ya que en Garfinkel no son separables) que los individuos de una comunidad le dan a ciertos actos. Las asunciones incorregibles son premisas que no dicen nada sobre el mundo, dice Mauro Wolf, aunque podríamos suponer exactamente lo contrario: son éstas las que más nos dicen sobre una comunidad.

Sin embargo, no es necesario remitirse a aldeas ajenas o lejanas para dar cuenta del modo de funcionamiento de estos conceptos. Durante los noventa en Argentina, economistas como Domingo Cavallo recomendaban una política de ajustes para el desarrollo económico y la posterior mejora de las condiciones para el común de la población. Los gobiernos de turno (tanto el de Menem como el de De la Rúa) fieles al neoliberalismo, acataban estas recomendaciones. Ahora bien, luego de producidos estos ajustes (como era de preveer) “la economía” no mejoraba[3] (el oráculo se equivocaba). Lo curioso era que ante este fracaso, las conclusiones a las que se llegaba no eran que el método recomendado era ineficaz, que el oráculo no servía, que se equivocaba; sino que no se habían hecho los ajustes suficientes. Es decir, en palabras del autor, nuestra cultura estaba preparada para interpretar los resultados del “oráculo” de modo que este no se equivocara, ya que existían premisas que ésta no estaba dispuesta a cuestionar. De este modo, se observa cómo en todas las sociedades se encuentran estas asunciones incorregibles, que es el modo que tiene Garfinkel para dar cuenta de saberes que organizan los sentidos y, en definitiva, las reglas que norman los acontecimientos producidos.

Un caso extremo sería el de la entrevista al inicio de este trabajo. Si analizamos lo que sucede en ésta, vemos claramente una serie de premisas que para este entrevistado no es posible cuestionar, tiene en claro que las AFJPs no son todo lo que de ellas se decían, sin embargo al momento de tomar su decisión, el sentido común (como fuerza “irracional”) es capaz de orientar sus decisiones al respecto. El problema es que en este ejemplo, al igual que en el de los planes de ajuste, existe una tensión entre esta fenomenología propuesta por Garfinkel en la que las decisiones y los sentidos se crean al momento de la interacción y esta “fuerza” que define los hechos y las prácticas, tan fuertemente que es capaz de actuar sobre lo “sabido” y generar contradicciones tan evidentes como la respuesta final de la entrevista reproducida: “porque son más transparentes”.

10.
El no preguntarse sobre quiénes, es decir, qué grupos de poder, operan sobre la eficacia de estas “asunciones incorregibles” o sentido común (en todo caso, preguntarse solamente si esto es posible) es uno de los problemas más graves de la teoría etnometodológica.. Sería demasiado ingenuo suponer que tales construcciones (la teoría del ajuste o la transparencia de las AFJPs, que benefician a una clase particular) sean simples efectos contingentes. Y es acá donde encontramos algunas contradicciones en su teoría, ya que, si existen asunciones (“tan”) incorregibles, posiblemente sea porque existe un orden naturalizado que de algún modo está más allá de las interacciones, y sus sentidos se encuentran sino totalmente, por lo menos parcialmente, determinados por éste.

Si bien, podría decir Garfinkel, es posible que estos sean órdenes de sentido arrastrados por la experiencia de sus individuos, lejos está la experiencia en sentido garfinkeleano de producir una lógica tan homogénea y cerrada en relación a éstos, ya que de este modo entraríamos en una lógica reproductivista, impensable en los términos de la etnometodología. Y, repetimos, suponer tal orden de acuerdo a la pura contingencia (una contingencia que siempre beneficia a los mismos grupos de poder) sería algo ingenuo (en el mejor de los casos). Inversamente, podríamos pensar que, si existen modelos que determinan los sentidos de las interacciones es porque existen relaciones de poder capaces de guiarlas. Si el joven entrevistado ante el supuesto conocimiento del funcionamiento de las AFJPs, al momento de su decisión, es capaz de justificarla apelando a nociones que se contradicen con sus propias palabras y si, ante los ajustes que no logran los resultados esperados se recomiendan más ajustes, posiblemente sea porque existen fuerzas que son capaces de orientar estos sentidos (“comunes”) en beneficio propio, ya que, de algún modo, se encuentran beneficiados por los mismos. Y si la tortura, o las invasiones (desde Malvinas hasta Irak y Afganistán) solamente son cuestionadas y condenadas tanto por la Organización para las Naciones Unidas (ONU) como por “la gente” y los medios de comunicación, cuando provienen de países del lejano oriente o tercermundistas y no cuando las producen las principales potencias económicas y militares, puede tratarse de lo mismo.

Es a partir de estos supuestos que debe entenderse la posterior crítica de Pierre Bourdieu (quien toma muchos elementos de estas teorías microsociológicas) hacia los interaccionistas al suponer que las interacciones son “imperios dentro de un imperio”, y es a causa de esto mismo que, aun a riesgo de las críticas involucro ejemplos tanto a nivel macro como microsociológicos en forma deliberada ya que considero un error el análisis de estos órdenes por separado suponiendo que obedecen a lógicas prácticas o analíticas diferenciadas.
[1] Puede decirse que Hegel es uno de los principales referentes de la fenomenología, y a la vez es muy influyente en la filosofía de G. H. Mead, (es conocida la influencia hegeliana que ejerce tanto sobre Mead como sobre el pragmatismo de Dewey el filósofo Josiah Royce cuando ambos estudiaban en Harvard) por lo que no pueden separarse estas dos corrientes más que desde el punto de vista metodológico.
[2] Una razón necesaria, es decir, determinada, opuestamente a lo contingente.
[3] No mejoraba para el común de los habitantes de la nación, ya que sí lo hacía para un pequeño grupo que formaba parte de los que mayor impulso daban a estas políticas. De todas formas este hecho estaba contemplado ya que luego (lo que nunca ocurría) se derramaría la riqueza al resto de la sociedad.

4 comentarios:

  1. La entrada está muy buena. es muy clara, sirve mucho para enteder la etnomedologia.

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  2. Ayuda bastante!

    Gracias.

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  3. las reglas ad hoc y las reglas de etc...como funcionan?

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  4. Las reglas ad hoc son precisamente aquellas que se instituyen al momento de la interacción para hacerla explicable, y el etc es todo lo que acompaña a éstas para hacerlas comprensibles de acuerdo a la situación de interacción. Según Garfinkel siempre existen, ya sea de modo tácito o expreso, porque uno en toda situación necesita construir un contexto que le haga explicable la misma, la cuestión está en que las hemos naturalizado de tal modo que no le damos importancia o actuamos como si no existieran, a no sér que ocurra un hecho, disruptivo, es decir, que rompa lo esperable, y estas inevitablemente cobran una visibilidad que hasta ese momento no tenían.

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